miércoles, 9 de septiembre de 2009

Amor de entrega total (II)

Giraste tu cabeza hacia la mía, yo ya estaba mirándote. Mis labios pronunciaron "Te quiero". Los tuyos "Te quiero mi niña". Siempre me gustó que me llamaras "mi niña", me hacía sentir más tuya. Te inclinaste poco a poco sobre mi cuerpo y me besaste en los labios. Me besaste tierna y temerosamente los labios... porque sabías que después de ésta noche no había vuelta atrás. La historia se comenzaba a escribir, de nuevo. Mi corazón latía más fuerte con ese beso, dejándome llevar por tu dulzura, sin poder parar de comer tus labios. Tus manos se desviaron hacia mi rostro, tus dedos rebeldes acariciabam su contorno, deslizándose luego lentamente por mi cuello y por mi pecho... el fuego recorría mi cuerpo. Tus caricias vehementes le cerraron la puerta a los miedos, penas, prejuicios y normas, abriéndosela a la pasión, locura, demencia, ternura, electricidad y amor. Sobre ti, empecé a quitarte la franela, acariciando a la vez tu pecho, sintiendo como se erizaba cada centímetro de tu piel... tu respiración se aceleraba cada vez más con cada segundo que pasaba... me deshice de tu bermuda, muy linda pero muy inoportuna también. Te volcaste sobre mí juguetonamente, quitándome también la bermuda que vestía, esa que tanto te gustaba ver en el suelo. Me devoraron tus besos, moldeaste a la vez mi cuerpo con tus caricias. Yo me encargaba de dejar mis huellas salvajemente por tus peludos muslos, presionando tu trasero contra mis caderas, rozando tu espalda con la mayor de las ganas y pasiones, aferrándome con fuerza a tu cuello, como si fueses un salvavidas, mi salvavidas. Me poseíste. Te poseí. Susurramos al unísono te quiero al cesar el huracán en nuestros cuerpos.

Amaneciste con tu cabeza sobre mi abdomen, aferrado a mí, atrapándome, por si acaso se me ocurría escapar... sabías lo escurridiza que era. De mis ojos sólo brotaba felicidad, esa que no te cabe en el pecho, que no te cabe en la sonrisa, que te ahoga, que no te deja ni dormir… esa felicidad que jamás había sentido con tanta plenitud, tan pura que sólo podía provenir del amor. Yo sólo te observaba. Tu sonreías ante mis miradas, mientras tu dedo índice empezó a deslizarse entre la línea que divide cada uno de mis pechos, siguiendo esa línea recta llegando hasta mi ombligo... tu mirada me transmitía felicidad y a la vez nostalgia porque el fin de éste maravilloso sueño estaba próximo, el viaje había acabado... pero estabas feliz porque en ese viaje habíamos conocido el éxtasis, la locura, el amor, la entrega… juntos.

No hay comentarios: